Lee el pasaje presentado en esta sección y revisa el vocabulario que es nuevo para tí. Después de comprender el texto, responde a cada pregunta y chequea tus respuestas.
El caballero de la carreta
1. El vasallo se apresura a salir al encuentro de nuestro caballero y le ruega que acepte su hospedaje.
2. —Señor, no tardará en llegar la noche. Ya es momento de buscar albergue; así debéis hacerlo
razonablemente. Tengo una casa mía aquí cerca, adonde os puedo llevar ahora. Nadie os albergaría
mejor de lo que yo lo haré, por todos mis medios, si a vos os place. A mí me alegrará mucho.
3. —También yo estaré contento con ello—, dijo él.
4. El vasallo envía al momento a su hijo, para que se adelante en aprestar el hospedaje y en apremiar los
preparativos de la cocina. El muchacho sin demora cumple al punto la orden; muy a su gusto y con
diligencia se dirige a su casa a toda marcha. Así los demás, sin premura, continúan el viaje hasta llegar
a la casa.
5. El vasallo tenía como esposa una dama bien educada, y cinco hijos muy queridos, tres cadetes y dos
caballeros, y dos hijas gentiles y hermosas que eran aún doncellas. No habían nacido, sin embargo, en
aquel país, sino que estaban allí detenidos y en tal cautividad habían permanecido muy largo tiempo; ya
que habían nacido en el reino de Logres.
6. El vasallo ha conducido al caballero hasta el interior del patio. La dama acude a su encuentro, y salen
también sus hijos e hijas. Todos se afanan por servirlo. Le ofrecen sus saludos y le ayudan a desmontar.
7. Menos atenciones prestaron a su señor padre las hermanas y los cinco hermanos, puesto que bien
sabían que él prefería que obraran de tal modo. Al caballero le colman de honores y agasajan. Después
de haberle desvestido el arnés, le ha ofrecido un manto una de las dos hijas de su anfitrión; y le ciñe al
cuello el manto propio, que ella se quita.
8. Si estuvo bien servido en la cena, de eso ni siquiera quiero hablar.
9. Al llegar la sobremesa no hubo la menor dificultad en encontrar motivos de charla.
10. En primer lugar comenzó el vasallo en requerir de su huésped quién era, y de qué tierra; aunque no le
preguntó directamente su nombre.
11. A tales cuestiones respondió él:
«Soy del reino de Logres; y en este país vuestro no había estado nunca.»
12. Al oírlo, el vasallo se sorprende en extremo, y también su mujer y todos sus hijos. Todos se
apesadumbraron mucho, y así le empiezan a decir:
« ¡Por vuestra mayor desdicha llegasteis, amable buen señor! Tan gran daño os alcanza. Porque ahora
quedaréis como nosotros en la servidumbre y el exilio.
13. —¿De dónde sois vosotros? —dice él.
14. —Señor, somos de vuestra tierra. En este país muchos hombres de pro de vuestra tierra están en la
servidumbre. ¡Maldita sea tal obligación y también aquellos que la mantienen! Porque a todos los
extranjeros que aquí llegan, se les obliga a permanecer aquí, y en esta tierra quedan confinados.
15. Entrar puede aquí quien quiera, pero luego tiene que quedarse. Vos mismo no tenéis más solución. No
saldréis, me temo, ya nunca.
16. —Sí, lo haré, sí puedo.
17. El vasallo le volvió a decir luego: —¿Cómo? ¿Pensáis salir de aquí?
18. —Sí, si Dios quiere. En ello emplearé todo mi esfuerzo.
19. —Entonces podrían salir sin temores todos los demás tranquilamente. Ya que en el momento que uno,
en un leal intento, logre escapar de esta prisión, todos los demás, sin reparos, podrán marchar, sin que
nadie se lo prohiba.
20. Entonces el vasallo recuerda que le habían contado que un caballero de gran virtud vendría al país a
luchar por la reina, a quien retenía en su poder Meleagante, el hijo del rey. Dícese entonces:
—Cierto, creo que es él. Se lo preguntaré.
21. —No me ocultéis luego, señor, nada de vuestra empresa, a cambio de la promesa de que os daré el
mejor consejo que sepa. Yo mismo obtendré prez si podéis cumplir tal hazaña. Descubridme la verdad
por vuestro bien y por el mío. A este país, según lo que creo, habéis venido a por la reina, en medio
de estas gentes traidoras, que son peores que los sarracenos.
22. El caballero responde:
—No he venido por ninguna otra razón. No sé dónde está encerrada mi señora. Pero vengo decidido a
rescatarla, y para ello he menester grande consejo. Aconsejadme, si sabéis.
23. Dice el otro:
—Señor, habéis emprendido un muy duro camino. La senda que seguís os lleva todo recto hacia el
Puente de la Espada. Os convendría seguir mi consejo. Si me hicierais caso, iríais al Puente de la Espada
por un camino más seguro, que os haría indicar.
24. Pero él, que sólo ansiaba el más corto, respondió:
—¿Va esa senda tan derecho como este camino de aquí?
25. —No, desde luego. Es más larga, pero más segura.
26. —Entonces —dijo— no me interesa. Aconsejadme sobre ésta, pues estoy dispuesto a seguirla.
27. —Señor, en verdad, no vais a conseguir en ella el éxito. Si avanzáis por tal camino, mañana llegaréis a
un paso donde al pronto podréis recibir gran daño. Su nombre es el Paso de las Rocas. ¿Queréis que os
diga de modo sencillo cuan peligroso es tal paso? No puede pasar más que un solo caballo. No cruzarían
por él dos hombres de frente. Y además el pasaje está bien guardado y defendido. No se os cederá el
paso en cuanto lleguéis. Recibiréis muchos golpes de espada y de lanza, y tendréis que devolverlos en
abundancia antes de haberlo traspuesto.
28. Cuando hubo concluido el relato, avanzó uno de los caballeros hijos del vasallo hasta su padre y dijo:
29. — ¡Señor, con este caballero me iré, si no os contraría!
A la vez uno de los hijos menores se levanta y dice:
—Del mismo modo iré yo.
30. El padre da su permiso para la despedida a los dos muy de buen grado. Ahora ya no partirá solo el
caballero. Les da las gracias, ya que en mucho estimaba su compañía.
Fragmento II